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Parece estar entregado, con las manos arriba, listo para ser fusilado. El sufrido ejemplar, con más de la mitad de su tronco carcomido, ha sido sometido a una poda, supongo que inevitable tras las últimas ventiscas. Da la impresión de haber perdido uno de sus brazos, pero aún le quedan varios más. Y con ellos, mientras tenga vida clama respeto, cuidado, justicia.

¿Nadie se ha preguntado que hace ahí?  ¿Cómo ha conseguido sobrevivir a los diferentes avatares del paso del tiempo?  ¿Qué es lo que hace que un tejo adquiera la edad de éste o de algún otro de los que se encuentran repartidos por nuestra sierra? ¿Por qué en algún momento, hace ya mucho tiempo, alguien decidió que ese árbol no se cortaba?

Ahora somos muchos los que nos lo preguntamos. Y nos lo preguntamos a distancia. Sabemos que acercarnos a ellos puede hacer peligrar su vida. Sabemos que necesitan que el suelo que los rodea esté virgen, sin pisadas que lo apelmacen, poroso para que puedan penetrar en el agua y las demás sustancias que el bosque produce.

Miradlo así. Cuidadlo a distancia. Mantenedlo vivo.

Este tejo se encuentra cerca del alto del Puerto de Canencia, muy  cerca de la carretera desde la que se puede ver perfectamente. En el mismo alto, frente a los merenderos hay otros dos ejemplares que crecen junto a las rocas.