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Los olivos centenarios se encuentran en la iglesia de San Cristóbal de Boadilla. Fueron donados por el banco de Santander, poderoso vecino del municipio, en el año 2009, tras la última restauración del templo.
La iglesia está situada sobre una elevación del terreno, en el corazón del casco histórico de Boadilla y su núcleo arquitectónico data del siglo XIII con añadidos posteriores de época barroca y contemporánea.
Hasta 1999 fue el templo parroquial del municipio. En ese año, la parroquia se trasladó al vecino convento de la Encarnación, con una iglesia más amplia y diversos espacios para las dependencias de la parroquia.
En cuanto a los olivos, merece la pena mencionar los existentes en la vecina Ciudad Financiera del Banco de Santander, procedentes de diferentes lugares de España y del mundo. Olivos trasladados de forma descontrolada desde su lugar de origen, con el ánimo de decorar nuevas urbanizaciones y que en muchas ocasiones no logran sobrevivir en su nuevo emplazamiento. Cada vez son más las voces que se alzan contra ese negocio y se reivindica su prohibición como existe en algunos otros países europeos.
El polémico negocio de los olivos centenarios
Han sido testigos de la historia de nuestro país desde hace 100, 200, 300 o incluso, 1.000 años. Podrían considerarse patrimonio natural y sin embargo, se venden al mejor postor en mercados internacionales.
En muchos pueblos de España están despareciendo olivos centenarios de un día para otro, sin saber por qué ni dónde van a parar. Lo mismo que sucede en el documental de Iciar Bollaín, El Olivo, que se estrena en unos meses y que relata la historia de una nieta que se desvive por localizar un olivo milenario que fue arrancado de la finca familiar. La directora de cine retrata ahora este problema, pero no es nuevo ni mucho menos: hace años que España sufre un expolio de estos árboles singulares sin que las administraciones locales ni el Estado hagan nada para impedirlo.
No se sabe cuántos de estos árboles existen en la geografía española ya que no hay un censo, y se desconoce cuántos han sido arrancados y enviados a rotondas, campos de golf, empresas (en la ciudad del Santander, en Madrid, habría unos 500) o a caserones de bolsillos pudientes en Alemania, Francia,Emiratos Árabes.
En España está regulada la venta al extranjero de bienes culturales -desde obras pictóricas a coches antiguos-, todo aquello que pueda ser considerado patrimonio histórico. Sin embargo, al contrario de otros países como Francia o Italia, que sí tienen regulada la venta de árboles singulares, en nuestro país nada lo frena.
Para que su comercio parase, primero habría que considerarlos patrimonio y no es el caso: «Son los seres vivos más viejos sobre la faz de la tierra, el patrimonio natural debe permanecer en su cultura», afirma César Javier Palacios, de laFundación Félix Rodríguez de la Fuente, que tiene una campaña en la web change.org para acabar con el expolio.
Sólo el gobierno de Valencia tiene textos protegiendo estos árboles, pero aún no se aplica. «La Ley de Patrimonio Arbóreo se aprobó hace 10 años, pero no está en funcionamiento, falta crear el comité técnico que establezca cuál se debe proteger y cuál no», comenta Ramón Mampel, uno de los precursores de la ley.
Según un censo de 2009, existían en España unos 4.150 olivos con más de un milenio. «En la época del boom urbanístico se arrancaron muchos por la zona deLevante. Se llegó a vender uno de nueve metros de circunferencia por 12.000 euros. Esa cantidad se pagaba al propietario del árbol, el comprador final podía pagar hasta 20 veces más», explica.
Por los más antiguos pueden pagarse hasta 40.000 euros en el mercado internacional. Y el problema no es sólo que se arranquen, sino que muchos se quedan por el camino o, aunque lleguen vivos a su destino, ven mermados sus años de vida: «Un olivo milenario no es un geranio que se pueda trasplantar», aclara Mampel. Se estima que el 50% de los trasplantados muere a los dos años y entre un 80% y un 90% no vive más de 15.
No es difícil hacerse con un olivo de estas características: en Google hay decenas de viveros, por todo el país, que los comercializan. Tropipalms, de Tarragona, tiene un catálogo de olivos centenarios. Los precios van de 850 a 3.000 euros, transporte aparte.
Aparte de que sea necesaria una ley estatal para frenar el expolio, también se impone un cambio de mentalidad en el agricultor, que debe ver el árbol como un activo que puede seguir dándole dinero. Por ejemplo, con el aceite de estos árboles: el litro llega a alcanzar 250 euros.