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Alto, alto como un pino…
Los Jardines de Cecilio Rodríguez son un rincón de paz en pleno bullicio urbano.
En ellos viven, además de los ruidosos y por momentos agresivos pavos reales, diferentes especies vegetales y animales en un cuidado espacio ajardinado que durante muchos años estuvo cerrado y destinado a eventos y festejos privados. Recuerdo aquellos tiempos en los que al pasar por el exterior lamentábamos no poder visitarlo y censurábamos su uso particular.
Actualmente, un paseo por este lugar, sosiega y calma los nervios, relaja y libera la mente de la contaminación diaria.
Entre la variedad de árboles que en este jardín viven destaco hoy el pino piñonero (pinus pinea) que en su conquista del cielo compite con la cercana Torre del Niño Jesús y desafía la gravedad con una verticalidad asombrosa.
Si alguno desmaya, la mano humana le echa una ayuda para que pueda seguir viviendo, que entre los árboles, como entre los humanos, también hay diferencias y caprichos.
El pino, en sus diferentes variedades, es una especie muy presente en el Retiro (los de la Rosaleda son impresionantes) y en su persecución del sol delimitan la altura del arbolado del parque.
Pino esbelto y tranquilo,
soledad de la tarde,
tan concreto en la libre
desolación del aire,
tan alto cuando todo
se confunde y abate
y huye el sol a tu copa
tibio y agonizante.
Cómo me fortalece
la paz de tu combate,
ascensión sin fatiga,
raíz honda y constante.
Tu majestad envuelve
el cielo sin celaje
y en tu recio sosiego
la tierra se complace.
Mis ojos educados
en tu sediento mástil
ascienden y divisan
la soledad más ágil,
mientras sueña el silencio
sin astros y sin aves
como el solo decoro
de tu verde ramaje.
Pino esbelto y tranquilo,
tu soledad te guarde,
y consagre la mía
desunida y errante,
segada de su tierra,
extraña de su aire,
cuando aún es oro virgen
la cumbre de la tarde
y tú clamas e invocas
el tiempo de mi carne
y otro vuelo sin tiempo
que se sueña y se hace.
Dionisio Ridruejo A UN PINO