Por el camino de Valdeza, hacia el puente Colorado vamos contemplando a nuestra izquierda una zona acotada para la regeneración natural del bosque donde los olmos se están enseñoreando el terreno.
En el mismo puente, hay algunos ejemplares de esta especie dignos de observación, sobre todo el más próximo al puente que en realidad es un acueducto, resto de las conducciones que antiguamente abastecía de agua la Casa de Campo.
Pero los ejemplares que asombran por su tamaño y porte son las encinas. Durante el breve trayecto hay varios ejemplares aislados que destacan sobre el resto.
La Casa de Campo, el principal pulmón de Madrid junto con el Monte del Pardo, presenta en este momento del año su mejor cara. El verdor (que pronto se apagará) de sus campos y los árboles renacidos tras el invierno, nos sumergen en un ambiente muy diferente del que estamos acostumbrados los madrileños. Hasta los pequeños arroyos, habitualmente secos, parecen recuperar algo de fuerza y nos hacen oir su canción de agua.
Son muchos los madrileños que aprovechan las mañanas de sábados y domingos para pasear o hacer deporte y es muy difícil encontrar algún rincón verdaderamente solitario. Pero también es cierto que la Casa de Campo tiene muchas zonas desconocidas, por su separación de las carreteras y caminos, donde un momento a la sombra nos permite escuchar el silencio del campo.