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El madrileño parque del Retiro es una fuente de sorpresas permanente. Por mucho que lo recorras siempre puedes encontrar algún lugar y, sobre todo, algún momento del año o del día, donde el color o la luz te sorprendan. En cualquier estación del año merece la pena pasear y descubrir la infinidad de rincones con características propias y cambiantes.
Hoy, en pleno verano, aunque estemos a finales de junio, sus partes más umbrías te acogen, te refrescan (si es que eso es posible en Madrid en verano) y te muestran tonalidades nuevas al filtrarse la luz entre las hojas de castaños de indias o falsas acacias.
Entre el paseo de Paraguay y el del Duque Fernán Núñez se encuentra la zona más representativa de este jardín típicamente inglés. Pasear por sus caminos, es casi lo único que se puede hacer en, aunque siempre nos cruzaremos con atrevidos atletas que desafían los casi 30 grados a las once de la mañana y trotan por ellos con cara de felicidad .
Los lectores de este blog conocen mi gusto por los tejos, de los que existen grandes representantes en el Retiro. Pero cuando creía haberlos visto todos, hoy he descubierto dos nuevos. Algo estropeados, aguantando, protegidos por gigantescos congéneres, pero resistiendo.
Me gustará volver a verlos en invierno. Cuando de verdad se ven los árboles.