Igual que para observar el cielo hay que tener en cuenta donde mirar y cuándo mirar, para observar nuestros árboles también hay que mirar con atención, no es suficiente con ver. ¿Cuántas veces habré pasado por la Plaza de Oriente? ¿Cuántas veces habré ido con mis alumnos a explicarles algunas cosas de la historia de nuestra ciudad? Y sin embargo, hasta hoy no había «observado» sus árboles. Observar es a mirar como escuchar es a oír.
Esta mañana, como quien no quiere la cosas, como una vez más, hemos ido a la Plaza de Oriente y nada más llegar ¡sorpresa! ¡Está llena de tejos! Si, tejos, civilizados, recortados, a la francesa, pero tejos. En cada esquina de sus diferentes cuarteles hay un tejo y entre los tejos arizónicas. Los dos recortados, pero tejos y arizónicas. Además destacan en la plaza los magnolios y los setos de boj.
No he contado cuántos hay, lo dejo para otra ocasión. En ésta, el deslumbramiento me lo ha impedido.
Completan el cuadro los aligustres y plátanos que rodean la plaza y unos geránios que le dan color.