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En el Parque del Capricho de la Alameda de Osuna hay muchos robles. De hecho, es el roble uno de sus árboles más significativos.

Estos de la pradera que se encuentra junto a la Ermita del Cura y el Estanque de los Patos me recuerdan las carbayeras asturianas (salvando las distancias y los años).

Entre ellos hay algunos ejemplares magnífícos y otros que lo serán con el paso del tiempo

Entre los años 1792 y 1795 el decorador, pintor y tramoyista milanés Ángel María Tadey realizó una serie de pequeños edificios en el jardín de la duquesa de Osuna. En estas obras Tadey representó la idealización pintoresca de la vida en el campo que se había puesto de moda en la corte de la reina María Antonieta esposa de Luis XVI, rey de Francia.

Estas escenografías habían sido creadas para producir en el visitante que recorre el jardín sensaciones diversas. Según los testimonio de las personas que visitaban «el Capricho», la ermita o casa del ermitaño producía en el espectador una sensación de sorpresa debido, sobre todo, al autómata que habitaba en su interior. Este muñeco se colocó el año 1816 en sustitución de los antiguos ermitaños que allí habían vivido. Se conoce el nombre de estos dos eremitas, uno de ellos, fray Arsenio, vivió en la ermita hasta 1802, año de su muerte. Según parece el ermitaño fue enterrado en una tumba con forma de pirámide que se levantó junto a la ermita

A fray Arsenio le sustituyó su amigo Eusebio que a partir de entonces y hasta su sustitución por un muñeco se dedicó a la oración y a las prácticas piadosas.

Tadey quiso dar a este edificio un aspecto de ruina y envejecimiento para lo cual pintó los muros exetirores resquebrajados y recubiertos en parte de musgo. El pintor utilizó la técnica pictórica del «trampantojo» o engaño visual al reproducir con pinturas en los muros exteriores e interiores falsas grietas, ventanas inexistentes y mobiliario fingido.

En el año 2001 se procedió a la restauración de este edificio. En el exterior se ha reconstruido el pártico lateral de madera que había desaparecido por completo, se han eliminado lo sucesivos repintes hasta llegar a la capa pictórica original de las paredes. En el interior de la ermita se puede ver de nuevo la decoración original al haberse eliminado la capa de enlucido que escondía los trampantojos. Estas pinturas reproducen en el interior una iglesia también en ruina, un cuadro de San Antonio rasgado, una mesa de altar con el libro de oraciones y un pequeño nicho donde se guarda el vino de misa. En los laterales del taller se abren dos falsas ventanas, simétricas a las auténticas de la fachada principal donde estaban instaladas las campanas. El techo está decorado con dos lunetos.

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