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En los jardines del palacio del Pardo podemos ver de nuevo los árboles que los reyes y aristócratas solían utilizar para adornar sus residencias.

Los orígenes de este palacio se remontan al año 1405, cuando el rey Enrique III de Castilla ordenó la construcción de una Casa Real en el Monte de El Pardo, lugar que el monarca frecuentaba, dada su riqueza cinegética. Enrique IV, por su parte, edificó sobre la misma un pequeño castillo.

Posteriormente, el emperador Carlos I determinó la conversión de este castillo en palacio, a partir de un primer diseño de Luis de la Vega, autor también del palacio de Valsaín. Las obras comenzaron en 1547 y concluyeron en 1558, ya bajo el reinado de Felipe II, con el impulso del arquitecto Juan de Vergara.

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Fuera del recinto del parque nos espera el tocón del pino centenario que, tras ser alcanzado por un rayo, hubo de ser talado para evitar su desplome sobre personas o edificios.

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Una vez dentro (la entrada al jardín es gratuita) los pinsapos y pinos dominan las alturas del jardín y proporcionan abundante sombra al paseante.

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Los tejos «domesticados» muestran su triste figura como el oso de la antigua casa de fieras que giraba y giraba por el interior de su minúscula cárcel.