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Añoso y retorcido. Con mucho y envejecido tronco a la vista y pocas hojas, pese a ser perenne.
De lejos lo parecía, de cerca casi seguro. Mi prudencia y timidez me impide atravesar el seto, pisar el céspez y observarlo más de cerca, por lo que lo fotografío y me marcho con la duda.
Cuando en casa observo las fotos, no hay duda: ¡es un madroño!
Muy maltratado por el paso del tiempo o de los turistas aunque llama la atención de los viajeros al destacar entre los magnolios del parterre.