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A un barrio tan galáctico, repleto de astros y constelaciones, no podía faltarle un tejo.
O mejor dos.
Repartidos por los umbríos espacios que quedan entre los altos edificios, se han colocado diferentes árboles y arbustos que enverdecen el gris de las casas.
Observándolos, casi no se oye la M-30. Digo casi, ojo.